domingo, 22 de abril de 2012

Galletitas


A una estación de trenes llega, una tarde, una señora muy elegante.
En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará
aproximadamente una hora en llegar a la estación.
Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista,
luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.

Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos
del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza
a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo
el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de
galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.

La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer
de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y
saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita.
La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de
fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora
cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última
galletita.
" No podrá ser tan caradura", piensa, y se queda como congelada mirando
alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha
suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.
- ¡Gracias! - dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
- De nada - contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde
el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: " Insolente".
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y
se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas... ¡Intacto!

Autor: Jorge Bucay.

Este cuento llegó a mi vida, como tantas otras cosas, en el momento
oportuno, hace varios años, de mano de una amiga y maestra. Gracias, Feli.





domingo, 8 de abril de 2012

Recetas para ser feliz

- Cuando dudes de actuar, siempre entre “hacer” y “no hacer” escoge hacer.
Si te equivocas tendrás al menos la experiencia.

- Escucha más a tu intuición que a tu razón.
Las palabras forjan la realidad pero no la son.

- Realiza algún sueño infantil.
Haz algo que siempre quisiste hacer cuando eras pequeña/o.

- No hay alivio más grande que comenzar a ser lo que se es; no lo que los
demás esperan o quieren que seas.

- Hoy mismo deja de criticar tu cuerpo. Acéptalo tal cual es sin preocuparte de
la mirada ajena. No te aman porque eres bella. Eres bella porque te aman.

- Una vez por semana, enseña gratis a los otros lo poco o mucho que sabes.
Lo que les das, te lo das. Lo que no les das, te lo quitas.

- Busca todos los días en el diario una noticia positiva. Es difícil encontrarla.
Pero, en medio de los acontecimientos nefastos, siempre, de manera casi
imperceptible, hay una.

- Aunque tengas una familia numerosa, otórgate un territorio personal donde
nadie pueda entrar sin tu permiso.

-Deja de definirte: concédete todas las posibilidades de ser, cambia de caminos
cuantas veces te sea necesario.

Autor: Alejandro Jodorowsky

lunes, 2 de abril de 2012

El campesino

Una historia China habla de un anciano campesino que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él y lamentar su desgracia, el labrador replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?”.
Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces, los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe? “.
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir : “ ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe? “. Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?.

Todo lo que a primera vista parece un contratiempo, puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser realmente dañoso.

Autor: Tony de Mello.