A veces nos empeñamos en que son los demás, la sociedad, el mundo,
el universo, los que tienen que cambiar…
Dos acorazados asignados a la escuadra de entrenamiento habían estado de
maniobras en el mar con tempestad durante varios días. Yo servía en el buque
insignia y estaba de guardia en el puente cuando caía la noche. La visibilidad
era pobre; había niebla, de modo que el capitán permanecía sobre el puente
supervisando todas las actividades.
Poco después de que oscureciera, el vigía que estaba en el extremo del puente informó:
“Luz a estribor”.
“¿Rumbo directo o se desvía hacia popa?” gritó el capitán.
El vigía respondió “Directo, capitán”, lo que significaba que nuestro propio
curso nos estaba conduciendo a una colisión con aquel buque. El capitán llamó al
encargado de emitir señales.
“Envía este mensaje: Estamos a punto de chocar; aconsejamos cambiar 20 grados su rumbo.”
Llegó otra señal de respuesta. “Aconsejamos que ustedes cambien 20 grados su rumbo”.
El capitán dijo: “Contéstele: Soy capitán; cambie su rumbo 20 grados”
“Soy marinero de segunda clase-- nos respondieron--.Mejor cambie su rumbo 20 grados.”
El capitán ya estaba hecho una furia. Espetó:
“Conteste: Soy un acorazado. Cambie su rumbo 20 grados”.
La linterna del interlocutor envió su último mensaje: “Yo soy un faro”.
Cambiamos nuestro rumbo.
Autor: Stephen R. Covey. Los siete hábitos de la gente altamente efectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario